Había tenido un día muy duro, por
no decir un mes. Eran las once, Sí, recuerdo perfectamente que después de un
día intenso de trabajo debía acostarme pronto para poder descansar mejor, ya que
era el único día que podía hacerlo sin problemas, y eso hice. Las noches
anteriores no había conseguido pegar ojo, nunca había tenido pesadillas pero
ahora formaban parte de mi vida cotidiana.
Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Poco a poco mi visión se fue ennegreciendo y caí en un profundo sueño. Y allí estaba yo en la cama, todo era muy extraño, me veía desde arriba dormir plácidamente... O eso parecía hasta que un aterrador estruendo me heló la sangre y me saco de mi ensueño. Me incorporo inmediatamente, y enciendo la luz lo más rápido posible, suspiro… "Estoy en casa, solo ha sido un sueño". De nuevo vuelvo a caer rendida en la cama, no recuerdo lo que soñé pero de nuevo desperté sobresaltada, “¿¡otra vez!?” cojo el reloj, miro la hora y.. Son las doce en punto, “¡No puede ser!¡En tan solo una hora dos pesadillas, y me queda toda la noche por delante!". Me levanto con desanime de la cama y me dirijo a la cocina, bebo un vaso de agua muy fresca, y regreso al cuarto. Miro con desafío la cama… Será una larga noche, afirmé. Una vez más me tumbo, y cierro los ojos, esta vez parecía ir todo bien, dormía plácidamente, aunque había algo raro, había un silencio muy chocante que me ponían los pelos de punta. Note una gran presión en el pecho, no podía respirar, por más que pataleaba intentaba emitir un grito de auxilio pero no me salía el más mínimo ruido, mis cuerdas vocales estaban paralizadas. Me despierto de ese mal sueño de un bote gritando en la cama aún con dolor en todo el cuerpo… temblando. El sudor frió recorre todo mi cuerpo, enciendo la luz. No puedo, esto me supera, no hago más que trabajar sin cesar y no he conseguido descansar ni una sola noche. No quiero cerrar los ojos, no quiero apagar la luz. No quiero dormir más, se acabó.
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